Juliancito me avisa emocionado que este fin de semana se va a
Tapalpa.
-Voy a visitar a la
family-
tecleó en la
compu.
Hace cuatro meses que no nos vemos, pero el siempre se acuerda de ser educado y pregunta por todos. Fue en
Valparaíso donde tuvimos nuestra primer experiencia compartida, una paraguaya que nos dejó mal sabor de boca, sin embargo, la vida nos tenía una sorpresa. Meses más tarde coincidimos a orillas de un río de los Andes, bajo cero y cobijados con la Cruz del Sur, disfrutamos la gran reunión familiar.
Tuku estaba presente, pero las cosas no le sucedían, se reventaban antes de tomar forma en sus ojos, en su piel, en la boca. Del poco peso que me mantenía de pie comenzaron a salir notas musicales, por cada uno de mis dedos, discursos
fanzineros derramaban notas cotidianas.
-Son la papas más ricas que he probado en toda mi vida- me dijo
Julian mientras devoraba una piedra al rojo vivo.
-Tienes razón- le dije mientras mordisqueaba mi oreja.
Mucho tiempo ha pasado desde entonces, él ha afinado su método genealógico, ahora ya sabe el nombre y apellido de todos y yo, yo me he olvidado que bailé
reggaeton con el río.
Dibujo extraído del libro de apuntes de Julián Halil mi amigo, primo, hermano.