martes, 19 de junio de 2007
Úrsula
A Úrsula el chingadazo de la edad le llegó un instante después del primer sorbo de café. Instintivamente encorvó la espalda y observó con detenimiento el escritorio que tenía frente a ella. Periódicos viejos a los cuales corrigió con precisión la sección de horóscopos, tres cajetillas semivacías de imprescindibles cigarrillos y un empaque de antiácidos por la izquierda. Del otro lado, los ojos patéticos de Bukowski, su gato, la observaba desde la comodidad de una foto instantánea. ¡Mierda, tengo 26 años! Lamentó de pronto no haberse imaginado cogiendo con Peña mientras cogía con su hermano. Añoró ese churrito y le jodió el no haber terminado esa línea. La decepción llegó al recordar no haber llorado por su décimo amor. Sin embargo, en el segundo sorbo de café, una sonrisa se torció en su rostro. Por deleitosos segundos rememoró orgasmos fingidos y la primera vez que se dejó copiar en un examen para el que no estudió, disfrutó de la receta ancestral que inventó de almejas rellenas y consintió el alivio por no haber comprado esos tacones altos. Pero, lo que realmente la hizo feliz fue saber que ahora, ella era exactamente como imaginó a los 16 que sería a los 36.
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4 comentarios:
Insisto con lo del humor que tienes.
Me agrada. Me agrada el ritmo pausado que le infundes a tus frase. Sujeto, verbo, predicado me dijeron una vez.
Déjame adivinar: eres editora.
Aunque ¿sabes? Si me permites el comentario, siento que tus textos sufren de un parto prematuro. O sea, me quedo con ganas de leer un poco más sobre el tema. Ni bueno, ni malo: palabra de lector.
Jajaja no sabes cómo me hizo reír eso del parto prematuro, pero está bien tienes razón los meteré a incubadora antes de lanzarlos
Ursula era amiga de Otto, el que apareció en las cronicas amarillentas, que fue incinerado vivo en una tina.
Atte.
Tu décimo amor. Charles B.
Y vaya que fue incinerado, pero sólo después de ser electrocutado con una secadora para pelo
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