martes, 27 de enero de 2009

Cuando parecía que la guadaña estaba de paso, regresa para confirmarnos la breve duración de la calma. Y no, no me refiero al nuevo bombardeo en Gaza, por mí que se den en la madre, no tengo ganas de emitir algún sentimiento por nada que rebase mis 40 kilómetros cuadrados de espacio vital, así de reducido es mi mundillo, uno en el que me sentía a gusto, confortada y segura.
Para ser workaholic ver como se reduce a una quinta parte la planta laboral del lugar donde paso más de 10 horas al día me provoca vértigo, quizá impulsado por la velocidad con la que una pluma asesina decide quien se queda según los dígitos que preceden a tu nombre en una nómina.
Varias cabezas ya rodaron, las más caras, no sé si sentirme tranquila de cobrar tan poco como para considerarme una amenaza a los lujos y prestaciones a los que la Directiva no ha querido meter tijera. Ahora sí, me queda claro, el barquito de periódico se va a pique.