domingo, 22 de junio de 2008

De nuevo el éxodo

Estoy harta de ser okupa, de oler a jabón barato y comer productos no perecederos directamente del recipiente. Estoy cansada de la ayuda condicionada. Cargo mis pertenencias en una sola caja, las marcas de humedad son la más elocuente bitácora de mis últimos años.
Harta también de los tragos amargos que me han hecho toser sangre. Tuberculosis, la enfermedad de los pobres, de los poetas malditos, de las mujeres fieles a un solo amor imposible. La muerte más digna entre los románticos decimonónicos. Pero no, no es TB, el amor ha muerto y con él la metáfora de la enfermedad novelada.
Aliviada recibo los resultados de los exámenes médicos. Nada de que alarmarse, el temor de morir pálida y elocuente se disipa, mis ahorros también. ¡Eureka! Soy hipocondríaca, me prescriben reposo absoluto. “Si no viviera bajo un puente todo sería más fácil”, aunque en realidad no es un puente pero ese departamento me asfixia, no puedo seguir ahí ni un segundo más.
En ocasiones, acostada en la cama puedo percibir movimientos tenues, vibraciones de la habitación, crujidos extraños en aumento, contengo la respiración y me van llegando ahora las imágenes. Me aterra pensar que los cimientos del edificio son endebles, “un crujido más y salgo con mi caja corriendo”, propongo, pero nada, estoy paralizada pensando como serán los últimos segundos de mi vida antes de morir aplastada por los seis departamentos superiores. Aquí se interrumpen las imágenes, sin darme cuenta he quedado atrapada bajo las sábanas, por poco muero asfixiada, me levanto de un salto, voy a la cocina abro una lata de champiñones y me dirijo a la ventana. Recorro con la vista las ventanas del edificio de enfrente, seis de ellas están iluminadas, por cada una me entierro un uña en el antebrazo. Una de ellas parece en llamas, justo antes de gritar ¡fuego! un fulgor azul la inunda, tan solo es el reflejo de la televisión, hace cuatro años que no tengo una. ¿Qué diablos verá ese tipo calvo? Caigo en cuenta, percibo mi desnudez. Le sonrío e improviso una danza derviche en el centro de la sala. Únanse al baile, de los que sobran/ Nadie los va ha echar jamás /nadie los quiso ayudar de verdad. La sangre me hincha la cara, es una sensación exquisita, e, equis, cu, u, i, ese, i, te, a. Oías los consejos/los ojos en el profesor/ había tanto sol /sobre las cabezas /Y no fue tan verdad /porque esos juegos al final /terminaron para otros /con los reales y futuros /y dejaron a mis amigos /pateando piedras.
Me siento fatigada, ya no hay champiñones, el calvo también se ha ido. En las últimas semanas he perdido casi todo, la conciencia, el sueño, el apetito y a mi mejor amigo.
Rechazaré la oferta. Chile no se vende.
S: Ayer vinieron tus demonios, preguntaron por tí. Bebimos té de coca y nos pusimos a llorar.